CONTRIBUCIÓN ESPECIAL / SPECIAL CONTRIBUTION
Ñique-Carbajal C. y col.
Rev Med Hered. 2020; 31:255-265
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Principios bioéticos en el contexto de la pandemia de COVID-19
geográcas, económicas y culturales de la
población.
- Cobertura deciente y fragmentada de atención por
falta de delimitación de la población asignada.
En este sentido nos preguntamos ¿Cómo se debe
proceder ante tanta carencia y desorganización en
la debida atención a los pacientes infectados por
COVID-19 en nuestros centros de salud?, ¿Qué
principios éticos debe manejar el profesional
biomédico para enfrentarse a la pandemia? Son válidos
estos cuestionamientos con la nalidad de ofrecer un
trato digno en correspondencia a su esencia como
ser persona, en el cuidado humano integral, dada las
dicultades y precariedad de nuestro sistema sanitario.
Cuidado humano en un paciente con COVID-19
Cuando nos referimos al cuidado humano, es
equiparable a la preocupación auténtica por el “otro”
e incluye la amabilidad en aquellas acciones tan
“simples y milenarias” que hacen la diferencia al lidiar
con el dolor, la ansiedad, la angustia, el sentimiento
de pérdida, el temor de lo desconocido y tantos
otros sentimientos que acometen al paciente y a su
familiar en situaciones de vulnerabilidad. Para ello,
los cuidadores de la salud en especial el personal de
enfermería debe ofrecer un cuidado que proporcione
confort, no solo de orden físico, sino también
espiritual, utilizar técnicas de relajamiento, la escucha
activa, el silencio, el toque terapéutico, la mirada
cariñosa, pueden ser el hecho diferencial; y a veces, la
tecnología y el lenguaje técnico que los profesionales
de salud emplean, les hace fallar en percibir que las
pequeñas cosas o simples detalles son más importantes
para que el paciente se sienta cuidado, como, por
ejemplo, un masaje, peinar los cabellos, cepillarle los
dientes, mojarle la boca, moverle en la cama, tocarle
con cariño (11).
En tiempos de pandemia el cuidado humano
se ha visto afectado sin lugar a dudas por el exceso
de pacientes, el miedo intrínseco que causa esta
enfermedad por su alta contagiosidad, la escasez de
equipos de protección y aquellos miembros del equipo
que pueden usarla, parecen “robots”, no se les puede
identicar quienes son, son testigos presenciales del
dolor e incertidumbre que repara el sufrimiento de las
personas más vulnerables al sentir impotencia y ver
morir a numerosos pacientes cada día al extremo de
ser denominadas como experiencias desgarradoras
(12), todo ello unido a las largas jornadas laborales que
llevan a cabo por la escasez de personal de salud, ya
sea porque fueron contagiados y ahora son pacientes
que deben estar aislados en sus respectivos hogares,
o simplemente porque renunciaron por el miedo de
contagiar a su propia familia.
En nuestro país la pendiente de contagios ha ido en
aumento y los casos de infectados en nuestro medio
se ha descontrolado, el sistema sanitario peruano ha
colapsado, sobre todo cuando los pacientes tienen falla
respiratoria y requieren el uso de ventilación asistida
en las unidades de cuidados intensivos (13). El Estado
ha hecho su mejor esfuerzo en designar hospitales para
atender estos casos, pero el personal de salud sigue
de pie a pesar de la escasez de equipos de protección,
exponiendo su salud, su vida y posiblemente poniendo
en peligro a sus familiares, y deben sopesar la opción
de continuar trabajando o pedir licencia, aunque no
sea remunerada (14). En general, el equipo de salud
tiene la obligación de atender a los pacientes, incluso
si esto los pone en riesgo, pero los deberes para con los
pacientes a veces pueden verse limitados por los deberes
para con los demás. Al mismo tiempo, los hospitales
tienen obligaciones correlativas para proteger a sus
empleados y mitigar el riesgo, equilibrar estas tareas
requiere sopesar los benecios y riesgos, a menudo en
el contexto de una considerable incertidumbre (15)
Cuando hablamos de cuidado humano también
debemos jar nuestra atención y mirada en el equipo
de salud, quien como han denominado muchos se
encuentra en “pie de guerra”, ya que se enfrentan
día a día con la muerte sabiendo que se va perdiendo
la batalla, observando también atentados contra
familiares y amigos en el momento de atender los
enfermos por COVID-19 sin tener las medidas de
protección adecuadas, el práctico suicidio que se
realiza por la misma situación, la presión social de
tener que servir por “vocación” normalizando la
explotación laboral, y el aumento de la carga tanto
laboral, como emocional y académica, puede orillar
al personal de salud a un punto de quiebre mental,
del cual si no se toman medidas preventivas ahora,
terminará con consecuencias funestas a futuro (16) .A
su vez, las mujeres que trabajan en este sector no dejan
por ello de tener a su cargo personas dependientes o
que necesitan cuidados en sus hogares: deben seguir
asistiendo a sus trabajos con esta responsabilidad, lo
que aumenta sus sobrecargas de trabajo y estrés (17).
Como resultado del rápido incremento de
casos conrmados y muertes, la población general
y el personal de salud experimentan problemas
psicológicos, como ansiedad, depresión y estrés (18).